Detrás de cada persona hay una historia que la hizo fuerte

A menudo suele decirse aquello de que una persona no nace de verdad hasta que la vida le da un golpe. Hasta que aprende a ser fuerte.

Las adversidades son fuentes poderosas de aprendizaje. Sin embargo, hemos de saber también que la felicidad y las épocas de bienestar son etapas donde ampliamos conocimientos.

Períodos en los que descubrimos en realidad aquello que nos identifica y por lo que vale la pena luchar.

No obstante, algo que nos queda claro es que cada persona carga con un mapa de vivencias. Con una mochila propia que nadie ve, pero que está ahí.

Llena de momentos oscuros, de luces, de lágrimas y de un equipaje que llevar para siempre sobre la espalda.

Lo que nos hizo fuertes nos hizo sabios. Aunque sabemos que esa sabiduría vino, en ocasiones, de mano del dolor. 

A continuación, te proponemos reflexionar sobre ello.

Has nacido para ser fuerte: descubre por qué

Es posible que muchos no terminen de creerlo. Sin embargo, el ser humano es mucho más fuerte de lo que parece.

Esto es así por una razón muy sencilla: nuestro cerebro está programado para sobrevivir, nuestro código genético nos predispone a aprender de la adversidad.

Esto nos explica, de algún modo, por qué nos cuesta tanto “ser felices”. A nuestro cerebro no le resulta útil la idea de la felicidad, si bien es cierto que es el estado más idóneo que todos soñamos con alcanzar.

La clave para sobrevivir es ser capaces de reaccionar frente al peligro, la amenaza o la pérdida.

La felicidad solo se alcanza cuando somos capaces de vencer la tormenta. El ser humano ha avanzado a lo largo de toda su historia derribando obstáculos y dificultades. Este es, en esencia, el aprendizaje que cuenta y que nos permite tocar el auténtico bienestar.

Nacimos siendo más fuertes de lo que pensamos, sin embargo, muchas veces no somos conscientes de ello.

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Tu historia personal: la huella de una infancia traumática

Detrás de cada persona siempre suele haber uno o dos hechos dramáticos. Una pérdida, un fracaso emocional, un desengaño, una vulneración a nuestra persona…

  • Algo que no podemos olvidar es que, en caso de haber experimentado alguno de estos hechos en la infancia, el trauma nos acompañará para siempre. El dolor no se olvida, pero aprendemos a vivir con él.
  • Un niño no dispone de recursos psicológicos para hacer frente a la adversidad. Algo así tiene serias implicaciones en su posterior desarrollo y en las características de su personalidad.
  • No obstante, como nos explica el neurólogo y psiquiatra  Boris Cyrulnik, una infancia traumática no implica vivir una madurez traumática. Hemos de ser capaces de afrontar esos hechos, y lo podemos conseguir.
  • Podemos recuperarnos. Siempre que ese niño cuente con un apoyo posterior y con ayuda, logrará asomarse de nuevo al mundo con aplomo y confianza.

Todos merecemos ser amados, todos merecemos ser felices de nuevo.

La resiliencia y la fortaleza que hay en ti

No podemos olvidar que la palabra “resiliencia” proviene de la física. Define a ese tipo de materiales que, cuando se aplica sobre ellos un efecto destructor o se les modifica, son capaces de recuperar su forma original.

Ahora bien, en el ámbito de la psicología esto no funciona de igual modo. Cuando las personas sufrimos un impacto personal, no volvemos a ser los mismos.

  • Ahora bien, con “no ser los mismos” no quiere decir que nos convirtamos en alguien que ya no es apto para la felicidad, para el equilibrio. Alguien distinto es también una persona más fuerte.
  • Este proceso se llama, efectivamente, resiliencia. Nuestro cerebro, tal y como hemos indicado al inicio, “está programado” para hacer frente a la adversidad.

Quiere que avancemos, que sobrevivamos, que aprendamos del miedo y la dificultad para seguir adelante.

¿Por qué a veces no lo conseguimos? Puede deberse a estas tres razones:

  • Nuestra educación y nuestra genética
  • El contexto social que nos envuelve
  • No disponer de las estrategias psicológicas adecuadas

La resiliencia se aprende

Hay quien, efectivamente, sabe cómo afrontar los golpes de su vida. Tal vez su madre le sirvió de modelo. Puede incluso que sepa enfocar las cosas con más templanza de forma natural.

No obstante, hay que tenerlo claro: la resiliencia puede entrenarse.

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Para poder lograrlo, te ofrecemos tres verbalizaciones que podemos hacer en el día a día y que, sin duda, pueden ayudarnos:

  • Yo tengo la capacidad para hacer frente a las dificultades. Dispongo de unos valores, de unas normas de conducta, de autoestima y personas que me quieren.
  • Yo soy una persona que cree en la esperanza y que tiene fe en sí misma.
  • Yo puedo resolver problemas, comunicar, defenderme, tener buenas relaciones y luchar por mi felicidad.

Son tres estrategias sencillas que pueden ir “modelando” nuestro cerebro para conferirnos fuerza, coraje y ese pilar indispensable que nos ayudará a caminar por la vida: la resiliencia.

Fuente

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