Dr. Juan Manuel Bulacio
Suele pensarse al estrés como algo negativo, que nos complica la vida. Sin embargo, no siempre es así. Es un mecanismo físico normal, que está al servicio de la adaptación al medio, por eso está presente en todos los seres vivos. Sin él, la vida no sería posible. Lo que ocurre que esos cambios en el organismo implican un esfuerzo, y no pueden sostenerse en forma continua ni excesivamente intensa, porque el desgaste que producen es perjudicial. El ser humano responde como cualquier ser vivo parecido, a través de los sistemas nervioso autónomo y hormonal, que regulan todas las funciones orgánicas, tales como la digestión, el funcionamiento del corazón o los pulmones entre otros. Básicamente, el estrés prepara al organismo para la acción, a través de su activación y nos habilita a correr, estudiar, trabajar, o cualquier otra cosa.
¿Por qué entonces la mala prensa? Es que si el estrés es muy intenso o sostenido, la activación desgasta al organismo y deja lugar a patologías orgánicas y psíquicas o a conflictos interpersonales. Comprender qué es y para qué sirve nos ayudara a ponerlo de nuestro lado, a utilizarlo a nuestro favor. Sin estrés, nuestra vida sería inmóvil y efímera. ¿Cómo hacer esto, entonces? En primer lugar debemos tener en cuenta que en el ser humano la activación se produce luego de una valoración de estímulos. Y esa valoración puede ser la causa de los problemas, o de las soluciones. Por ejemplo, valorar una situación de examen como una amenaza es muy diferente que hacerlo como un desafío. Y esa valoración debe ser tan realista y optimista como sea posible. También se valoran los recursos personales para hacer frente a la situación. En el ejemplo, el conocimiento del que se dispone. En este caso, además de valorar de forma realista el recurso, este podrá incrementarse y aprender a utilizarse mejor en caso de ser necesario, con más horas de estudio, mejor organización del tiempo y mejor método o lo que sea necesario.
Por otro lado, si la activación física es excesiva, es importante aprender a disminuirla, para lo cual las técnicas de relajación y de respiración son muy útiles. Pero también la actividad física ayuda a que esa especie de aceleración no sea en falso. Comparemos estas acciones con el funcionamiento de un automóvil: si se acelerara para ir más rápido, esto tendrá sentido si está en una marcha adecuada, pero será muy malo para el motor si está en punto muerto. En síntesis, a la activación del estrés hay que acompañarla de actividad física. Y al cansancio que produce la activación psíquica hay que contrarrestarlo con el descanso psíquico. Este descanso también puede proporcionarlo el ejercicio, un cambio de actividad mental o una actividad recreativa, por ejemplo. Y no una seguidilla de estímulos tecnológicos, noticieros o conversaciones sobre temas negativos. También, una dosis excesiva de cafeína o de alcohol, así como comidas “pesadas” generan más activación, o más esfuerzo del organismo para metabolizarlas, y son contrarias a un buen manejo del estrés. Todo esto nos sirve para dejar de pelear contra él, y tratar de descubrir su significado y así, utilizarlo a favor, con buscar mejores hábitos de vida por un lado, y dirigir nuestros esfuerzos con mayor eficiencia por el otro. El estrés bien dirigido nos ayuda a alcanzar los logros que nos planteamos. Por eso, no nos enojemos con él, desentrañemos su sentido, y aprovechémoslo.