La disgregación de la unidad familiar, por la urbanización e industrialización, y el prevalecer de las familias de dos generaciones: padres e hijos, frente a la familia tradicional de tres generaciones: abuelos, padres e hijos, trae como consecuencia el abandono o por lo menos la soledad de nuestros ancianos, por lo que las enfermedades seniles psíquicas, y en especial, los suicidios, resultan mucho más frecuentes en ancianos y ancianas, solteros, viudos o divorciados, que en aquellos que están integrados en unidades familiares.
La figura de los abuelos (suegra o suegro en cuanto a sus papeles de abuelo) es distinta. Representan en muchos círculos culturales roles principales en la dinámica familiar; el refugio, defensa y consuelo afectivo de muchos niños, frente a situaciones conflictuantes apremiantes. Visto el porcentaje en nuestra sociedad de madres solteras en donde las obligaciones de los padres se acatan a veces en forma muy laxa y donde la abuela representa “la solución” para infinidad de niños. En la sociedad industrializada moderna se da lo mismo, cuando la madre debe dedicarse a sus ocupaciones y no existe organización adecuada de guarderías, son los viejos, quienes llenan funciones a veces insustituibles. Aún en otros casos, la falta del consejo materno deja muchas veces sin apoyo a amas de casa poco expertas, con daño anímico para ellas y para el hogar.
La familia es el soporte más sólido que puede tener el ser humano a cualquier edad, pero es en la senectud en la que ésta presenta una significación especial. Por parte de la familia ésta debe aprender a atender y a la vez a adaptarse a que su ser querido está viviendo la última etapa, que puede ser breve o prolongada de su vida.
El adulto mayor apto posee, por lo general, capacidad para mantenerse apropiadamente dentro del medio familiar, y puede armarse de sabiduría, optimismo y comprensión al igual que la familia para apoyar a ésta, participando en la toma de decisiones familiares, en la conservación de su salud y de la de los demás, así como en su integración a actividades sociales, laborales o de otro tipo que pueden ser de gran importancia para el desarrollo de la familia.
La sociedad, la familia y el propio anciano sano necesitan de un estilo de vida en el cual estén presente algunas orientaciones de salud como son:
• Las restricciones psicosociales y físicas afectan el centro de la personalidad disminuyendo la autoestima, afectando la autoimagen, reforzando los sentimientos de pérdida, elevando el sentimiento de minusvalía social y con incremento del aislamiento, la subestimación de sus capacidades, aún cuando estén conservadas y que tenga una gran experiencia social y laboral.
Ante estos hechos, la familia debe recordar que el ser humano es potencialmente útil en todas las etapas de su vida, la disminución de sus capacidades no significan la imposibilidad de cambio, sustitución o modificación en cuanto a ritmo, tiempo o tareas ya que puede seguir siendo productivo o creativo en muchos aspectos de su vida.
• La familia es el primer y más importante nivel de apoyo al anciano, en ella nació, a ella se dedicó por lo que en ella debe mantenerse durante su senectud. El apoyo emocional forma parte importante en la adaptación y superación de problemas de cualquier índole, la forma de lograrlo es escucharlos, comprenderlos mirándolos siempre de frente y a la misma altura, brindándoles algo de nuestro tiempo. Estas acciones tampoco cuestan y pueden resultar experiencias favorables para el que las realiza y las disfruta. La familia debe fomentar el eficiente descanso, el empleo de su tiempo libre, de sus actividades cotidianas, de su trabajo en concordancia con sus limitaciones y capacidad visual, auditiva y otras, ya que estas actividades beneficiarán su salud.
• El anciano, como ser social debe estar vinculado a la relación intergeneracional siempre y no aislársele porque no se comunique apropiadamente por minusvalidez o disminución de alguna facultad. En estos casos es preferible tomar su parecer acerca de sus preferencias, motivaciones, intereses, estado de ánimo y apoyarlo en los mismos, para que mantenga un sentimiento positivo de auto estimación y sienta la compañía psicológica para seguir viviendo positivamente. La pérdida de apoyo afectivo, de comunicación, de convivencia con hijos o familiares muy afines, de respeto, de independencia personal y de garantía económica son riesgos para la calidad de vida e incluso para la conservación de la vida del anciano.
• La comunidad y la familia deben superar la tendencia a relacionarse con ellos como si se tratara de seres limitados o inferiores, mostrando una actitud de lástima o de sobreprotección, sólo se espera una justicia social por lo que es necesario tener en cuenta sus derechos psicológicos a ser escuchados, que se les deje participar, desarrollarse, asimilar y convivir con sus semejantes, a conocer sus enfermedades, a auto cuidarse, a poseer bienes y disfrutar de ellos, a trabajar, a estudiar o conocer de temas que sean de su interés, a su intimidad, a discrepar, a que se acepten sus limitaciones, a comunicarse libremente tanto verbal como corporalmente y disfrutar de sus decisiones, a equivocarse sin ser mal valorados por la edad, ni ser reprimidos por ello. Si no podemos ayudarlos, pues por lo menos no obstaculicemos su camino, no causemos desilusiones no robemos esperanzas, ni rompamos sus sueños.
• En el anciano sano deben ser reconocidos los factores de riesgo, todos son de mucha importancia en la atención, tanto individual, como familiar y comunitaria de los mismos. Estos factores de riesgo deben ser tenidos en cuenta en sus niveles biológicos, psicológicos y sociales: Dentro de éstos podemos tener presente la obesidad, la edad, si pasa de los 80 años, las enfermedades crónicas, la viudez y la soltería, el vivir solo, el uso de medicamentos hipotensores u otros que provoquen modificaciones conductuales, los hábitos tóxicos, las actividades cotidianas en lugares que ofrezcan peligro de caídas, como piso resbaladizo, escasa iluminación, objetos en la vía u otros como son el calzado inapropiado.
• Al mismo tiempo evitar reforzarle los sentimientos de pérdida, de minusvalía, de soledad y acerca de su imagen física. Estimular a nuestros mayores a que se mantengan aptos y junto a nosotros los hará sentirse felices.
La falta de apoyo familiar, económico, de las redes de asistencia social, pueden ser los únicos factores que desencadenen problemas patológicos o de enfermedad y traducirse como trastornos del orden psicosocial (Síndromes geriátricos), por lo tanto las intervenciones o guías de apoyo tendrán que ser a ese nivel. A manera de ejemplo citaremos el caso de la enfermedad de Alzheimer. La presencia de un anciano que padece de proceso demencial, podría dar por resultado, en una familia funcional, desadaptación con sufrimiento tanto de la familia como del propio anciano, y terminar en una situación de Crisis. La respuesta para las alternativas en el manejo de este caso en particular serían, en primer término, el conocimiento de la enfermedad o entidad sindromática por parte de la familia (y del cuidador primario) del anciano con demencia, para que de este aporte de conocimientos resulten beneficiados; ello significa que la intervención será precisamente en el orden psicosocial para mejorar o amortiguar la calidad de vida del anciano demenciado y de su familia, ya que se desconoce la causa de enfermedad de Alzheimer y no existe por el momento cura médica de tal padecimiento.
Con el anciano, la familia enfoca psicológicamente la perspectiva de adaptación o de superación individual con escepticismo o con pesimismo. Si la familia no logra actuar unida y con optimismo y amor hacia sus mayores es casi seguro que éste sentirá el rechazo o la indiferencia lo cual redunda siempre negativamente en la psiquis humana.
La familia constituye el apoyo psicológico a muchos déficit del anciano al poder ayudarlo o sustituir su rol de protector por el de protegido en forma armónica, manteniendo el respeto y la valoración adecuada de la autoridad que le da el status anterior, la experiencia y el esfuerzo realizado durante largos años por la familia que formaron.
La comprensión, la tolerancia y la sensibilidad dan la fortaleza necesaria a todos para emprender la gran empresa de vivir con optimismo y dignidad.