Existen diversos motivos que llevan a la internación del anciano, motivos que se relacionan entre sí. La internación puede estar motivada por problemas de salud, tanto físicos como psíquicos; problemas de relación, referidos a la historia de vida del grupo familiar; vínculos afectivos, que definen el rechazo o la aceptación del anciano, así como los conflictos generacionales; pérdida de roles y de autoridad, caso en el cual el anciano siente que su opinión no es tomada en cuenta, y que ya no es consultado ante las decisiones del grupo familiar; desprotección afectiva- el anciano no se siente querido por su familia, y experimenta decepción por haber entregado afecto sin la retribución esperada -. También deben citarse la soledad, por pérdida de familiares o amigos – siendo la vejez una de las etapas más difíciles, es cuando más pérdidas de seres queridos se sufren, y cuando más cuesta superarlas, pues existe una gran dificultad en la elaboración de los duelos-, el sentimiento de abandono y el alivio de tensiones. En este último caso, la familia tiene conciencia de no poder contener al anciano, y necesita un alivio momentáneo o definitivo (agotamiento familiar); en el anterior, como el viejo “molesta”, la familia no le brinda los cuidados que él requiere, suele ocupar el lugar menos cómodo de la casa (segregación).
La familia, entonces, intenta resolver mediante la internación algunos de los conflictos de su grupo; es como internar junto con el anciano sus propios miedos frente a la vejez, la soledad, la enfermedad y la muerte. La internación aparece así como una “solución mágica”.
Desde el punto de vista del anciano, y su actitud frente a la internación, en algunos casos, él acepta con resignación ese retiro de la “vida cotidiana activa”, aunque con cierta rebeldía interna, que se pone de manifiesto en el período de adaptación a la institución, ya que toma a ésta como última morada, esperando, en la mayoría de los casos, la muerte. En otros casos lo hacen con agrado, como una alternativa necesaria, y se sienten protegidos por este tipo de hogares.
En etapas posteriores, se observan algunos de los conflictos más importantes del período que sigue a la internación. Entre ellos figura un proceso de “desculturación” sufrido por el anciano, por cuanto debe abandonar sus antiguos hábitos, sus formas de ser y de comunicarse. El anciano siente abandono por parte de su familia, agudiza enfermedades corporales, siente tristeza, se produce un decaimiento general de su ánimo; en síntesis, presenta un estado depresivo frente a la “nueva situación” que es la internación.
En esta primera etapa aparecen múltiples sentimientos ambivalentes: el anciano realiza una transferencia positiva con todo el personal de la institución, sintiéndose tratado como “padre, esposo/ esposa o hijo”; en otros casos exterioriza lo contrario, o sea, una variedad de quejas por sentirse mal atendido.
Por estas razones mencionadas, el equipo interdisciplinario desempeña un papel principal, al brindarle el mayor apoyo en este primer periodo de adaptación institucional. Ese apoyo se traducirá en un programa de actividades que incluya psicoterapia individual o grupal, si fuese necesario, rehabilitación, terapia ocupacional y actividades recreativas de índole diversa: paseos, lectura de diarios, coro, etc.
En relación con la familia, una vez internado el anciano, se ha observado que uno de los conflictos que aparece con más frecuencia es el sentimiento de culpa por haber separado al miembro más viejo y enfermo del grupo. Este sentimiento la lleva a asumir varias actitudes, entre las que figuran la conducta evitativa- dejar al anciano en la institución y alejarse inafectivamente- y las sobreexigencias para con la institución, requiriendo mayores cuidados para el internado.
Otro conflicto que se presenta es el enfrentamiento del grupo familiar con su propia vejez, ante la posibilidad de tener el mismo destino. Esto provoca mucha ansiedad, y hace aflorar antiguos conflictos entre hermanos, hijos y padres (competencia, rivalidad, etc.).