Si no van seguidas de hechos las palabras no cuentan, no sirven, no valen. Estamos seguros de que en tu círculo más cercano tienes a alguna persona que suele actuar de esta manera.
El ser humano se caracteriza a menudo por esta serie de comportamientos. Hacemos promesas, construimos proyectos y nuestro discurso se adorna de grandes esperanzas y hermosas palabras.
Sin embargo, cuando llega la hora de la verdad, cuando surge ese instante en que necesitamos de esa persona, no está. Todo lo dicho y reafirmado hasta la saciedad se queda en humo.
En ese humo frágil que desaparece por una ventana abierta. Tras esto, aparece, sin duda, la decepción, el vacío y la falta de confianza.
Puesto que nosotros mismos exigimos coherencia, respeto y responsabilidad para con nuestra persona, también hemos de demostrar estas mismas dimensiones a los demás.
Si haces una promesa, cúmplela; si amas, demuéstralo; si no amas, no hagas ilusiones.
Te proponemos reflexionar sobre ello.
Las palabras y la responsabilidad personal
Factores como una buena crianza, una buena autoestima y el respeto hacia nuestros semejantes hacen que apliquemos, casi sin darnos cuenta, la responsabilidad personal.
Ahora bien, ya desde niños todos empezamos a vislumbrar el poder que tienen las palabras. Hay frases que hieren y hay discursos que nos ayudan a crecer en madurez y confianza.
Sin embargo, un aspecto de vital importancia en la educación de nuestros hijos es el demostrar con hechos lo que dicen nuestras palabras.
Si amas a un niño, demuéstraselo apoyándolo. Haciéndole creer que puede ser capaz de aquello que se proponga.
Aún más, si le haces una promesa a tu hijo, debes cumplirla. Porque, de no hacerlo, lo que conseguimos no es solo crear un vacío, además, hacemos que ese niño deje de confiar en nosotros.
Las palabras no solo sirven para comunicar mensajes. Nos sirven para ser congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos. Es necesario, pues, mantener un adecuado equilibrio.
Si me quieres, demuéstralo
Al amor no le valen solo las palabras. Las relaciones personales no se alimentan únicamente de promesas o frases llenas de afecto.
- Una relación es, principalmente, llevar a cabo una serie de actos cotidianos que enhebran un todo.
- Se trata de un universo de fortalezas donde todas palabras se traducen en actos, donde los dos miembros son valientes y se arriesgan el uno por el otro.
- Si amas, actúa. Si quieres, defiende.
- Aún más: si formas parte de alguien a quien quieres de algún modo, ya sea por un vínculo de amistad o de familia, debes demostrarlo a través de la confianza y el apoyo incondicional.
Cómo actuar ante los “rompedores” de promesas
Como todos sabemos, hay auténticos “rompedores” de promesas profesionales. Son personas habituadas al arte de las palabras huecas, falsas y llenas de frívola fantasía.
- Puede que los hayas conocido en tu familia o que, a día de hoy, tu propia pareja tenga este mismo perfil.
- Nos hacen creer cosas que luego no demuestran. Tanto es así que, durante un tiempo, incluso nos creemos sus justificaciones, hasta que, poco a poco, nos damos cuenta de que solo se priorizan a sí mismos.
Este tipo de vínculos son muy dañinos.
Nos abocan a una larga espera, a una falsa esperanza. Aguantamos un poco más porque existe el cariño o el amor. Sin embargo, al final, lo que más pesa es el vacío y la soledad.
¿De qué manera debemos actuar en estas situaciones?
- Una persona te puede fallar una, dos o tres veces. Sin embargo, cuando las decepciones se convierten en rutina, es necesario reaccionar.
- Exige congruencia. Si alguien te dice cada día cuánto te respeta, te aprecia y te quiere pero cuando lo necesitas nunca está a tu lado, desconfía.
Porque quien te quiere estará junto a ti “a las duras y a las maduras”.
Intenta, ante todo, practicar tú mismo aquello que exiges. Apoya a quien aprecias, demuestra afecto a quienes amas, de forma cotidiana y sin esperar momentos especiales.
Si quienes están a tu alrededor son unos “rompedores” profesionales de promesas y unos artesanos de las falsas palabras, pon distancia.
El precio que se paga por este tipo de vínculos dañinos es muy alto y destructivo.
Aunque, como todos bien sabemos, este tipo de dinámicas y de perfiles siempre van a habitar siempre de nuestros contextos cotidianos.
Tanto es así que ,al final y de algún modo, desarrollamos una especie de “radar intuitivo” con el que captar al instante al fabulador, al vendedor de humo y al embaucador de las falsas palabras.
Sea como sea, defiéndete siempre de ellos.