La actividad física se erige como una herramienta esencial en la lucha contra el deterioro en pacientes con enfermedad renal crónica (ERC). En el contexto de la hipertensión arterial (HTA) y/o diabetes tipo 2, los músculos muestran una resistencia a la insulina, con una disminución en la captación de glucosa incluso antes del desarrollo de estas condiciones metabólicas, atribuible al sedentarismo (Reaven, 1988).
La evidencia respalda que un programa de ejercicio moderado, comprendiendo entre 150 y 210 minutos a la semana, junto con una pérdida de peso superior al 5%, puede reducir significativamente la progresión hacia la diabetes tipo 2 hasta en un 58%, como se demostró en el Programa de Prevención de la Diabetes (DPP). Este enfoque no solo constituye una estrategia eficaz para frenar el avance de la enfermedad, sino que también potencia el bienestar físico y metabólico de los individuos afectados.