Nutrición y sarcopenia

La sarcopenia es un fenómeno biológico asociado al envejecimiento, que consiste en la perdida involuntaria de masa muscular, junto con la pérdida de funcionalidad y de fuerza muscular. Sus cambios se relacionan directamente con el gasto energético basal y con el deterioro de otras funciones fisiológicas y es una de las principales causas que contribuyen a la discapacidad.

Estos fenómenos involutivos juegan un papel principal en la patogénesis de la fragilidad; aumentan el riesgo de caídas, la vulnerabilidad por traumatismos y se consideran un predictor independiente de mortalidad. De modo indirecto, la disminución de la masa y función muscular favorecen el sedentarismo, con los conocidos efectos metabólicos asociados que incluyen: la pérdida de masa ósea, el aumento de obesidad y la intolerancia a la glucosa. Esta pérdida inexorable de la masa muscular que ocurre con el envejecimiento, afecta al 30% de la población de más de 60 años y a más de un 50% de los mayores de 80 años.

Entre los mecanismos propuestos que pueden contribuir a la aparición de la sarcopenia están: a) la pérdida irreversible de fibras musculares o la denervación resultante de la pérdida de contacto entre fibras musculares y terminaciones nerviosas, b) la delección del DNA mediada por daño oxidativo, c) los cambios en el reclutamiento de células satélites, d) las alteraciones endocrinas (factor de crecimiento, hormonas o liberación de citoquinas) y/o cambios en la respuesta de tejidos periféricos a los estímulos hormonales, y e) cambios en la respuesta muscular a los nutrimentos y/o desnutrición. Siendo la sarcopenia un problema multifactorial, es necesario destacar que cualquiera de estos factores etiológicos que determinan el deterioro muscular en el envejecimiento, puede inducir eventualmente un desequilibrio entre la síntesis y degradación proteica muscular, con el resultado final de pérdida de masa muscular.

Se han propuesto diferentes estrategias de intervención nutricional, sobre todo con suplementos de diferentes tipos de proteína, con diferentes aminoácidos como leucina o sus metabolitos, y también con otros nutrientes como la Vitamina D. Los mejores resultados se han obtenido con el aporte de proteína. Las cantidades de proteína ligeramente superiores a las RDA, de 1-1.2 g de proteína/kg son recomendables para aumentar la síntesis de proteína muscular, en situación basal y especialmente en ejercicio. Por su parte, el efecto anabólico de los aminoácidos (AA) se debe principalmente a los AA esenciales, especialmente a los AA ramificados (AAR) y en particular a la leucina. La leucina es un regulador clave en la síntesis de proteína muscular (MPS), activando la vía de la rapamicina la principal señal nutricional que estimula la acreción de proteína muscular postprandial. Este efecto de la leucina y de otros AAR podría estar mediado por su efecto sobre la disminución de la resistencia a la insulina y por su efecto segretagogo. Se ha sugerido que existe un umbral de leucina aumentado en los mayores, y que podría superarse con una ingesta elevada de este AA. Parece que el ejercicio de resistencia aumenta la sensibilidad a los aminoácidos y reduce este umbral. Varios estudios indican que la pérdida de masa muscular se relaciona con la disminución de la tasa de síntesis proteica en mayores, y que las mezclas de AA enriquecidas en leucina son las principales responsables de la inducción del anabolismo muscular. Las dosis utilizadas oscilan entre los 6 y 20 g/día. Apoyan esta hipótesis autores como Wall y cols. que administrando 2.5 de leucina, junto con 20 g de proteína, vs placebo, describen un aumento de un 22% de la síntesis de proteína muscular postprandial. Kim y cols.10 estudio a 155 mujeres con sarcopenia, mayores de 75 a, en ámbito comunitario, que se aleatorizaron en 4 grupos para recibir durante 3 meses: suplemento de AA (n = 34), ejercicio (n = 36), AA + ejercicio (n = 37) o educación para la salud (n = 37).

La respuesta máxima fue en el grupo de AA+ ejercicio con un aumento muy significativo en la masa muscular de la pierna y fuerza de extensión de la rodilla OR 4.89 (1.89-11.2), siendo la respuesta menor en el grupo solo tratado con AA, OR 1.99 (0.72- 5.65). En contraste con los estudios sobre proteína, masa y función muscular, son escasos los realizados con otros nutrientes como vitamina D, selenio y magnesio. Los niveles bajos de vitamina D se han asociado con sarcopenia, y los sujetos con niveles bajos de vitamina D no mostraron aumento de fuerza muscular cuando se suplementaron con mezclas de aminoácidos. Lips y cols., en un estudio de intervención con Vit D, en mayores de 70 años con déficit de Vit D, administraron una dosis semanal de 8400 Uds. de 25-OH-Vit D (n = 114) vs placebo (n = 113), durante 16 semanas, y no se demostró aumento de fuerza muscular. Por tanto, aunque la información disponible sugiere una participación de la Vit D en la patogénesis de la sarcopenia, son escasas las evidencias que sugieran un papel relevante en su tratamiento. Aunque las evidencias disponibles se basan en un reducido número de estudios, y con heterogeneidad en el tipo de suplementación nutricional utilizado, podemos concluir que la suplementación nutricional, especialmente con proteína de alto valor biológico y digestibilidad, por si sola es efectiva para el tratamiento de la sarcopenia.

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